Manel Miró

AUTOR: Manel Miró
SITIO WEB: Raining Stones


Me gustaría compartir con vosotros un par de reflexiones que he madurado estos días después de escuchar las ponencias inaugurales de #Arqueonet2016.

Más allá del uso de la tecnología más reciente y de la que está por venir, lo verdaderamente candente en estos momentos en relación al marketing cultural es la nueva relación entre instituciones, profesionales y usuarios del patrimonio que ofrecen las redes sociales.

En primer lugar, creo que los museos y, en general, las instituciones patrimoniales, están haciendo un esfuerzo titánico para adaptarse a estas nuevas vías de comunicación. Pero quiero matizar. El esfuerzo no es tanto de las instituciones como tales sino mayoritariamente de las personas que trabajan en ellas y que se dedican a alimentar la presencia de su institución en la red. Digo titánico porque el esfuerzo de apertura y de cercanía hacia el público que supone la presencia en las redes sociales se hace, a menudo, con escasos recursos, dentro de un marco institucional jerárquico y poco orientado a los públicos. A diferencia de la tradición anglosajona que entiende la gestión del patrimonio como un servicio a la ciudadanía, la tradición mediterránea la entiende como un servicio al patrimonio. Parece una contradicción que instituciones tradicionalmente cerradas decidan abrirse ahora sin que haya mediado una revolución en los órganos de gestión. En muchos momentos estoy tentado de pensar que buena parte de las iniciativas en redes sociales llevadas a cabo por las instituciones patrimoniales españolas obedecen más a una moda, una tendencia de cara al exterior, que a un verdadero cambio en el espíritu de la gestión. Quizá por eso me parece fácil identificar algunos casos en los que la presencia en las redes sociales obedece a una voluntad de relación sincera con el público como sucede en el Museo del Romanticismo o en el Museo de la Evolución Humana.

En segundo lugar, creo también que estamos aprendiendo, nos estamos familiarizando con unos medios nuevos que es evidente que ofrecen muchas posibilidades y que estamos lejos de haberlas explorado en su totalidad. Quizá lo más relevante para las organizaciones patrimoniales es que estos nuevos medios de comunicación que son las redes sociales son gratuitos y esta característica los hace radicalmente distintos a los medios de comunicación tradicionales. Una campaña de comunicación en radio, prensa o televisión sólo se la pueden permitir (y no siempre) los grandes museos, mientras que hasta el más pequeño museo se puede permitir el acceso a las redes sociales. En este nuevo escenario la eficacia del marketing cultural dependerá de la capacidad del equipo humano de la institución patrimonial y para que esa eficacia sea elevada será preciso que las instituciones cuenten con recursos materiales y con profesionales bien formados y remunerados y eso nos pone delante de dos cuestiones: ¿Está la formación post universitaria en España orientada a la formación de los nuevos perfiles profesionales que precisan y precisarán las organizaciones patrimoniales? ¿Existe en España un mercado laboral atractivo capaz de absorber a los nuevos profesionales del sector del patrimonio y, por tanto, capaz de motivarles a asumir el elevado coste que supone su formación post-universitaria? La respuesta a la primera pregunta es que no lo está de manera generalizada mientras que la respuesta a la segunda pregunta es un no rotundo.

No me canso de repetir siempre que puedo que el reto más importante que tiene actualmente el sector del patrimonio en España es convertirse en un verdadero yacimiento de empleo de calidad. Hay un importante sector de la población española y del resto de países del mundo ávida de conocimiento y de entretenimiento cultural. España dispone de unos recursos patrimoniales excepcionales, hasta el punto que gracias a ellos ocupa actualmente el primer puesto del ranking mundial de competitividad turística:

 “España lidera por primera vez el ranking mundial de competitividad turística que elabora el Foro Económico Mundial. El turismo español logra el podio internacional gracias a la riqueza de sus recursos culturales, sus infraestructuras y “la adaptación a los hábitos de consumo digitales”, según señala el organismo, que analiza la industria vacacional de 141 países de todo el mundo. España ha escalado a gran velocidad puestos en esta clasificación mundial, ya que en la anterior edición de 2013 (el estudio se realiza cada dos años), ocupaba la cuarta posición. Y en 2011, la octava”[1]

Si el turismo es el principal sector económico del país y los recursos patrimoniales uno de sus ingredientes principales ¿por qué no inventamos una bandera azul del patrimonio y dedicamos el mismo dinero que dedicamos a las playas a que los museos y monumentos estén también en perfecto estado de revista y bien dotados de personal? Porque además, si nuestro patrimonio estuviera bien cuidado y gestionado no serían sólo los turistas quienes se beneficiarían de ello sino también las poblaciones que albergan los recursos y por extensión el resto de sociedad española.

Seguramente sonará utópico pero creo que estamos necesitados de utopías y una utopía no deja de ser un escenario de futuro diseñado por un plan estratégico. Faltará que alguien lo escriba y que alguien se comprometa a aplicarlo.

[1] http://economia.elpais.com/economia/2015/05/06/actualidad/1430908896_668329.html


Fuente de la imagen: Tanea Arqueología

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